Living the Good News


In today’s Gospel, Martha, busy serving and fretting, loses sight of just who it is she has welcomed into her home. In light of the three-year National Eucharistic Revival, I wish to explore a subtle connection between Luke 10:38-42 and the Eucharist — although when we come to Mass, it is Jesus welcoming us into His home! Many of us come to Mass so busy and distracted with many things that we halfheartedly go through the motions of Mass, forgetting Who we are so privileged to receive in the Eucharist. 

Jesus has come to visit the family in Bethany and share fellowship and a meal. At Mass, we come to Jesus’ house to visit and, yes, share a meal. Gratefully, Jesus is never too busy to welcome us in! We, like Martha, may approach our visit with Jesus frenzied, anxious, and worried about many things—work, home, or family. Perhaps we, too, are aggravated with a loved one we think should be helping us out somehow. 

Jesus’ words to Martha that “there is need of only one thing” should refocus our attention to what is truly important, especially as we prepare our hearts and minds for Jesus to “enter under our roof.” Like Mary, our eyes should remember Who is before us. Sitting at His feet fills us with all the blessings and graces necessary for whatever lies ahead. Whether we face days of strife, hardship, or smooth sailing, it is inconsequential if we’ve not made developing a relationship with Christ our number one priority.

I remember a time in my life when I attended Mass with more of a Martha than a Mary mindset. I would grab a bulletin on my way into the church. During the Mass readings, I would daydream, running the week’s chores and tasks through my mind. During the homily, I would doodle my to-do list in the margins of the bulletin. My mind would wander again during the Consecration, unaware of the supernatural, glorious, awe-inspiring event happening upon the altar before me. The moment heaven and earth mystically collide—the humble substance of bread and wine became an even more humble substance of my Lord and Savior. Then I complained that I never “get anything out of” Mass.

Of course, I didn’t. Like Martha, I’d let the world cloud my vision and keep me from the one thing needed—the better part. Praise God, like Mary, it was not to be taken from me. Eventually, as I learned more about the Catholic faith and the beauty and magnificence of the Sacred Liturgy, I allowed myself to be fully present for all Jesus had for me in those moments. 

In the words of St. Paul, the better part exists in “the mystery hidden from ages and from generations past. But now it has been manifested to his holy ones…” Most significantly, in the Real Presence of Jesus Christ in the Eucharist.

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En el Evangelio de hoy, Marta, ocupada sirviendo y preocupándose, pierde de vista a quién ha recibido en su casa. A la luz del Avivamiento Eucarístico Nacional de tres años, deseo explorar una conexión sutil entre Lucas 10,38-42 y la Eucaristía, aunque cuando venimos a Misa, ¡es Jesús quien nos da la bienvenida a Su hogar! Muchos de nosotros venimos a Misa tan ocupados y distraídos con muchas cosas que vivimos la Misa por inercia y sin entusiasmo, olvidando a Quién tenemos el privilegio de recibir en la Eucaristía.

Jesús ha venido a visitar a la familia en Betania para convivir y compartir una comida. En la Misa, venimos a la casa de Jesús para visitarlo y, sí, compartir una comida. Afortunadamente, ¡Jesús nunca está demasiado ocupado para recibirnos! Nosotros, como Marta, podemos acercarnos a la visita con Jesús frenéticos, ansiosos y preocupados por muchas cosas: el trabajo, el hogar o la familia. Tal vez nosotros también estemos molestos con un ser querido que pensamos que debería ayudarnos de alguna forma.

Las palabras de Jesús a Marta de que “una sola [cosa] es necesaria” deberían volver a centrar nuestra atención en lo que es verdaderamente importante, especialmente mientras preparamos el corazón y la mentes para que Jesús “entre en mi casa”. Como María, nuestros ojos deben recordar Quién está delante de nosotros. Sentarnos a Sus pies nos llena de todas las bendiciones y gracias necesarias para lo que nos espera. Ya sea que enfrentemos días de lucha, dificultades o navegamos todo tranquilamente, nada importa más que hacer del desarrollo de una relación con Cristo nuestra prioridad número uno.

Recuerdo una época de mi vida en la que asistía a Misa con una mentalidad más de Marta que de María. Agarraba un boletín entrando a la iglesia. Durante las lecturas de la Misa, me dejaba pensar en mil cosas, repasando mentalmente las tareas y los quehaceres de la semana. Durante la homilía, garabateaba mi lista de cosas por hacer en los márgenes del boletín. Mi mente volvía a divagar durante la Consagración, sin darme cuenta del acontecimiento sobrenatural, glorioso e imponente que estaba sucediendo en el altar frente a mí. En el momento en que el cielo y la tierra chocan místicamente, la humilde sustancia del pan y el vino se convirtió en una sustancia aún más humilde de mi Señor y Salvador. Y luego me quejaba de que nunca “sacaba ningún provecho” de la Misa.

Por supuesto que no iba a sacar provecho. Como Marta, dejaba que el mundo nublara mi visión y me impidiera obtener lo único que necesitaba: la mejor parte. Alabado sea Dios, como María, nadie me la iba a quitar. Poco a poco, a medida que iba aprendiendo más sobre la fe católica y la belleza y magnificencia de la Sagrada Liturgia, me permití estar completamente presente para todo lo que Jesús tenía para mí en esos momentos.

En las palabras de San Pablo, la mejor parte existe en “el misterio escondido desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos…” Más significativamente, en la Presencia Verdadera de Jesucristo en la Eucaristía.

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Allison Gingras (www.ReconciledToYou.com ) shares an everyday Catholic faith with humor and honesty. Her writing includes The Handy Little Guide to Novenas (OSV), Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press), and the Stay Connected Journals for Catholic Women (Our Sunday Visitor), with a new edition “Jesus Heals,” coming in 2025. Allison is the Director of Digital Evangelization for Family Rosary USA.

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Author: turcia

In today’s Gospel, we hear the parable of the Good Samaritan. The scholar questioning Jesus wishes to clarify who his neighbor is, no doubt to exclude some people he sees as unworthy. Jesus’ answer probably turns the scholar’s world upside down, but he is led to respond to Jesus’ question: “The one who treated him with mercy.”

Today we also celebrate the Feast of Our Lady of the Rosary, recalling the Battle of Lepanto that was won on October 7, 1571. It is for this reason that the month of October is traditionally dedicated to the Rosary. So, how does this Gospel connect to this Feast? Easily, I think. 

Many would say they see Jesus in the role of the Good Samaritan but I actually see Mary in this role. When those who say they love Jesus would avoid caring for the Samaritan, Mary’s motherly care would bandage their wounds and take the injured person to an inn where they can recuperate. 

In the same way, and especially through the intercession of the Rosary, Mary cares for the personal wounds of our heart and soul and brings all things, personal and communal, to Jesus for healing. Her tenderness intercedes for us where words fail. When we are so broken we can only mutter well-known, structured prayers, the Rosary lays out for us all that we need: praying as Jesus’ taught us in the Our Father, asking Mary’s heavenly intercession in the Hail Mary, and praising and glorifying the Holy Trinity in the Glory Be. Mary later requested that the Fatima prayer be added, begging release of both our own sins and for those of all humanity. 

When all else fails you, take up your Rosary and pray it, knowing that Mary will be present as your Mother to comfort you and take your intentions to Jesus. And let us imitate Mary as the perfect disciple of Christ, caring for each other’s wounds. 

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En el Evangelio de hoy escuchamos la parábola del Buen Samaritano. El erudito que interroga a Jesús quiere aclarar quién es su prójimo, sin duda para excluir a algunas personas que considera indignas. La respuesta de Jesús probablemente pone patas arriba el mundo del erudito, pero se ve obligado a responder a la pregunta de Jesús: “El que tuvo compasión de él”.

Hoy también celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, que recuerda la Batalla de Lepanto que se ganó el 7 de octubre de 1571. Es por eso que el mes de octubre está tradicionalmente dedicado al Rosario. Entonces, ¿cómo se conecta este Evangelio con esta fiesta? Fácilmente, creo.

Muchos dirían que ven a Jesús en el papel del Buen Samaritano, pero yo la veo a María en este papel. Cuando los que dicen amar a Jesús evitan cuidar al samaritano, el cuidado maternal de María venda sus heridas y lleva al herido a una posada donde puede recuperarse. 

De la misma forma, y especialmente por intercesión del Rosario, María cuida las heridas personales de nuestro corazón y alma y lleva todas las cosas, personales y comunitarias, a Jesús para que las sane. Su ternura intercede por nosotros donde las palabras fallan. Cuando estamos tan destrozados que solo podemos murmurar oraciones conocidas y estructuradas, el Rosario nos ofrece todo lo que necesitamos: orar como Jesús nos enseñó en el Padrenuestro, pedir la intercesión celestial de María en el Ave María y alabar y glorificar a la Santísima Trinidad en el Gloria. María pidió más tarde que se añadiera la oración de Fátima, pidiendo la liberación tanto de nuestros propios pecados como de los de toda la humanidad.

Cuando todo lo demás te falle, toma tu Rosario y reza, sabiendo que María estará presente como tu Madre para consolarte y llevar tus intenciones a Jesús. Imitemos a María como la discípula perfecta de Cristo, curando las heridas de los demás.

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Mary Thissen is a St. Louis native living in East Central Illinois with her husband and children. She is blessed with twin boys Earthside and four children now living in Heaven. When she is not working as a healthcare data analyst or caring for her boys, she enjoys studying and writing about the Catholic faith and ministering to women who are suffering through miscarriage or infertility. You can connect with Mary on Instagram @waitingonmiracles. 

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Author: turcia

Jesus insists that the little children can come to Him. He is available to them just as much as He is to the adults, much to the shock of the adults surrounding Him. Jesus then asks those shocked adults to consider how these children have qualities the adults are lacking. “Whoever does not accept the Kingdom of God like a child will not enter it.” As I pondered the qualities a child has, the Holy Spirit drew my attention to an aspirational prayer in a Mass journal I have.

Breathe in: Give me ears that listen

Breathe out: and a heart that loves

I found myself considering how these two motions, listening and loving, are foundational to the childhood experience and are both crucial to accept the Kingdom of God.

First, we have to listen. As children, our first experience of the world is sound. Even before we are born, babies can hear the sounds of the world outside of their mother. A young baby, days old, can barely see a few feet beyond themselves, but their hearing is perfect. They soak in sounds, language. We learn to speak first by hearing it. “At birth, the infant brain can perceive the full set of 800 or so sounds, called phonemes, that can be strung together to form all the words in every language of the world” (Patricia K. Kuhl, How Babies Learn Language, 2015). This is incredible! We have such a huge capacity for language, both to listen to and speak, as small children that fades as we grow more set in our ways as adults.

Simultaneously, babies are learning about what it means to be loved, to be cared for. They are completely reliant on their parents to love them. To love someone, to will the good of the other, is foundational for a child. As the child grows, they come to consciously perceive this and begin to freely offer that love back to their family. At lunch a few days ago, my three year old looked up and said, “Mommy, I love you. The next day, I will love you still.” It was spontaneous and spoken from his heart. 

Jesus wants to speak to us. He does so in the language we understand with our ears through the people He has placed in our lives. He also speaks to our hearts, in the language of love. These two practices, listening and loving, are beautiful lessons we can strive to grow in while we seek to become more childlike in the eyes of God.

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Jesús insiste en que los niños pequeños pueden acercarse a Él. Está disponible para ellos tanto como lo está para los adultos, lo cual es gran sorpresa para los adultos que lo rodean. Jesús luego les pide a esos adultos sorprendidos que consideren cómo estos niños tienen cualidades de las que carecen los adultos. “Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Mientras reflexionaba sobre las cualidades que tiene un niño, el Espíritu Santo me llamó la atención sobre una oración aspiracional en un diario de misa que tengo.

Inhalar: dame oídos que escuchen

Exhalar: y un corazón que ame

Me encontré considerando cómo estos dos movimientos, escuchar y amar, son fundamentales para la experiencia de la infancia y ambos son cruciales para aceptar el Reino de Dios.

Primero, tenemos que escuchar. Cuando somos niños, nuestra primera experiencia del mundo es el sonido. Incluso antes de nacer, los bebés pueden escuchar los sonidos del mundo fuera de su madre. Un bebé pequeño, de días de vida, apenas puede ver unos pocos pies más allá de sí mismo, pero su audición es perfecta. Absorben sonidos y lenguaje. Aprendemos a hablar primero al escucharlo. “Al nacer, el cerebro del bebé puede percibir el conjunto completo de unos 800 sonidos, llamados fonemas, que se pueden unir para formar todas las palabras de todos los idiomas del mundo” (Patricia K. Kuhl, How Babies Learn Language, 2015). ¡Es increíble! De pequeños, tenemos una enorme capacidad para el lenguaje, tanto para escuchar como para hablar, que se desvanece a medida que nos vamos afianzando en nuestras costumbres como adultos.

Al mismo tiempo, los bebés están aprendiendo lo que significa ser amado, ser cuidado. Dependen completamente del amor de sus padres. Amar a alguien, desear el bien del otro, es fundamental para un niño. A medida que el niño crece, llega a percibir esto conscientemente y comienza a ofrecer libremente ese amor a su familia. Hace unos días, durante el almuerzo, mi hijo de tres años levantó la vista y me dijo: “Mami, te amo. Al día siguiente, te seguiré amando”. Fue algo espontáneo y lo dijo desde el corazón.

Jesús quiere hablarnos. Lo hace en el lenguaje que entendemos con nuestros oídos a través de las personas que ha puesto en nuestras vidas. También habla a nuestro corazón, en el lenguaje del amor. Estas dos prácticas, escuchar y amar, son hermosas lecciones en las que podemos esforzarnos por crecer mientras buscamos ser más como niños a los ojos de Dios.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: Vika Glitter, pexels.com/photo/smiling-baby-lying-on-white-mat-1648377/

Author: turcia

The Lord is always inviting, always giving, always guiding. He invites us into His Mission, He gives us all we need to fulfill our part of it, and He is always guiding us in the surprising paths to achieve it!

He invited the 72 disciples to participate in this Mission in a particular way, gave them what they needed, and then they rejoiced in what they had been able to do in His Name. Jesus then gently guides their hearts to rejoice rightly because their “names are written in heaven.” He reminds them to rejoice in the grace of their call and cooperation, not so much in what they have done, because it is not THEY who have done it, but the Lord working through them: “I have given you the power…”

Turning to the Father, Jesus also rejoices in what the 72 have been able to do, but his joy is directed to the Father in gratitude; he is teaching them to do the same, to remember that their effectiveness and ultimate fruitfulness depend on God’s initiative and grace working in them and through them. They are mere children of the Father, but called to a glorious work and inheritance, if they remember to acknowledge the source of all true power and greatness. Those who consider themselves “learned and clever” and do things based on their own power and greatness cannot bear fruit that lasts; in fact, unless they learn true humility, they will cave in on themselves and achieve little in the long run.

It is no different for us. By our Baptism, we are invited to participate in Christ’s Mission in the world. God is always giving us all we need to fulfill our role in the Mystical Body of Christ and the Spirit of God never ceases to guide us and fill us and empower us for this mission. For our part, we must be open – whatever we sincerely open to God, He will fill! We must be willing to say YES to His invitation – our gift of freedom allows us to say no! We must recognize that whatever we accomplish in His Name is not fully our own – every good work comes through our surrender to His power in our lives! And we must seek His will and allow ourselves to be awed by the paths He calls us to walk – He is a God of surprises!

Like those Jesus called in the Gospel, we too are personally called to walk with him in humility and gratitude. To be salt for what would otherwise become tasteless and rotten, and to be light to every darkened place in this world.

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El Señor siempre está invitando, siempre está dando, siempre está guiando. Nos invita a Su Misión, nos da todo lo que necesitamos para cumplir nuestra parte en ella, y siempre está guiándonos por los caminos sorprendentes para lograrlo.

Invitó a los 72 discípulos a participar en esta Misión de una manera particular, les dio lo que necesitaban, y luego se regocijaron por lo que habían podido hacer en Su Nombre. Jesús luego guía suavemente sus corazones para que se regocijen correctamente porque sus “nombres están escritos en el cielo”. Les recuerda que se regocijen en la gracia de su llamado y cooperación, no tanto en lo que han hecho, porque no son ELLOS quienes lo han hecho, sino el Señor que trabaja a través de ellos: “Les he dado el poder…”

Volviéndose hacia el Padre, Jesús también se regocija por lo que los 72 han podido hacer, pero su alegría se dirige al Padre en gratitud; les está enseñando a hacer lo mismo, a recordar que su eficacia y fecundidad final dependen de la iniciativa y la gracia de Dios que trabaja en ellos y a través de ellos. Son meros hijos del Padre, pero llamados a una obra y herencia gloriosa, si recuerdan reconocer la fuente de todo verdadero poder y grandeza. Aquellos que se consideran “eruditos e inteligentes” y hacen las cosas basándose en su propio poder y grandeza no pueden dar fruto que perdure; de ​​hecho, a menos que aprendan la verdadera humildad, se replegarán sobre sí mismos y lograrán poco a largo plazo.

No es diferente para nosotros. Por nuestro Bautismo, estamos invitados a participar en la Misión de Cristo en el mundo. Dios siempre nos está dando todo lo que necesitamos para cumplir nuestro papel en el Cuerpo Místico de Cristo y el Espíritu de Dios nunca deja de guiarnos, llenarnos y capacitarnos para esta misión. Por nuestra parte, debemos estar abiertos: ¡todo lo que sinceramente le abramos a Dios, Él lo llenará! Debemos estar dispuestos a decir Sí a Su invitación: ¡nuestro don de libertad nos permite decir no! Debemos reconocer que todo lo que logramos en Su Nombre no es completamente nuestro: ¡toda buena obra viene a través de nuestra rendición a Su poder en nuestras vidas! Y debemos buscar su voluntad y dejarnos maravillar por los caminos que nos llama a recorrer: ¡Es un Dios de sorpresas!

Como aquellos a quienes Jesús llamó en el Evangelio, también nosotros estamos llamados personalmente a caminar con Él en humildad y gratitud, y a ser sal para lo que de otro modo se volvería insípido y podrido, y luz para todo lugar oscuro de este mundo.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and eleven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Arturo Rey, unsplash.com/photos/grayscale-photograph-of-jesus-christ-statue-CvnVk7GGQCg

Author: turcia

On this day, we recall the great St. Francis of Assisi, an extraordinary Saint who lived his faith in such a way that he helps restore it in others. He founded the Franciscan order based on vows of poverty, serving the poor, and preaching the Good News. This order numbered in the thousands before his death, spanned many countries, and yet Francis remained humble and thanked God for the grace to evangelize. St. Francis lived his faith by embracing poverty and detaching from this world so that he could better love and serve the Lord. He met adversity with joy and patience even though he was considered by the rich and powerful to be a fool and a troublemaker.

Jesus encourages us to keep our peace when people oppose the Gospel Message. The invitation to follow Christ is an invitation to respond to the truth that the Kingdom is at hand, first focusing on our response to the Gospel and, from there, being a witness to others. We are asked to go forth and plant the seeds of faith one heart at a time.  

Trust the Lord in times of discouragement due to the state of our current culture. For He is our unwavering strength and refuge. Know that all things, even the most challenging, work for the good of those who love God (Rom 8:28). The truth is that we have an entire world to serve and share the message of Christ. Our mission has not changed since the Ascension of our Lord and Pentecost: To live our faith and share it with others through kind deeds, inspiring words, and prayer – and leave the rest to the Lord. What can you do? Embrace joy, peace, and happiness, and make the Lord your King and Savior. 

It is so easy to be overwhelmed, downtrodden, and even anxious about the matters of this world, but our Lord invites us to shake the dust off our feet, let it go, and keep moving forward. The Lord desires our faith and prayers so that we can grow closer to God and recall the old saying, “Do your best, and trust that God has the rest.” 

When we do our best to share the faith, we must be people of deep and reverent prayer. Prayer isn’t just a passing thought but a constant and continual conversation with the Lord throughout our day and throughout our lifetime. We are never too old to pray, too young to pray, too sick to pray, too happy to pray, or too sad to pray. Scripture reminds us that our prayers and ability to share the faith will have a lasting impact for all of eternity. Jesus desires to unite Himself with each individual person as well as communities and nations. He became man to heal our brokenness and restore the Kingdom of God. His desire is to heal the brokenness of others through us.

Your efforts, no matter how small, are significant in God’s grand plan. If we all work together to do our part, the earth will be set on fire with the love of Christ. May we seek to “rebuild the Church” by helping to restore the true faith in others, just as St. Francis did. 

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En este día recordamos al gran San Francisco de Asís, un santo extraordinario que vivió su fe de tal manera que ayuda a restaurarla en otros. Fundó la orden franciscana basada en votos de pobreza, sirviendo a los pobres y predicando la Buena Nueva. Esta orden contaba con miles de miembros antes de su muerte y se extendía por muchos países, y aun así Francisco permaneció humilde y agradeció a Dios por la gracia de poder evangelizar. San Francisco vivió su fe abrazando la pobreza y desprendiéndose de este mundo para poder amar y servir mejor al Señor. Enfrentó la adversidad con alegría y paciencia, aunque los ricos y poderosos lo consideraban un insensato y alguien que creaba problemas.

Jesús nos anima a mantener la paz cuando la gente se opone al mensaje del Evangelio. La invitación a seguir a Cristo es una invitación a responder a la verdad de que el Reino está cerca, centrándonos primero en nuestra respuesta al Evangelio y, a partir de ahí, siendo un testimonio para los demás. Se nos pide que salgamos y plantemos las semillas de la fe, un corazón a la vez.

Confía en el Señor en tiempos de desánimo debido al estado de nuestra cultura actual, pues Él es nuestra fortaleza y refugio inquebrantable. Recuerda que todas las cosas, incluso las más desafiantes, obran para el bien de quienes aman a Dios (Rom 8,28). La verdad es que tenemos un mundo entero al que servir y compartir el mensaje de Cristo. Nuestra misión no ha cambiado desde la Ascensión de nuestro Señor y Pentecostés: vivir la fe y compartirla con los demás a través de las buenas obras, palabras inspiradoras y la oración, y dejar el resto en las manos del Señor. ¿Qué puedes hacer? Abraza la alegría, la paz y la felicidad, y haz del Señor tu Rey y Salvador.

Es muy fácil sentirse abrumado, oprimido e incluso ansioso por los asuntos de este mundo, pero nuestro Señor nos invita a sacudirnos el polvo de los pies, dejarlo ir y seguir adelante. El Señor desea nuestra fe y nuestras oraciones para que podamos acercarnos más a Dios y recordar el dicho antiguo: “Haz lo mejor que puedas y confía que Dios se encargará de lo demás”.

Cuando hacemos lo mejor que podemos para compartir la fe, debemos ser personas de oración profunda y reverente. La oración no es sólo un pensamiento pasajero, sino una conversación constante y continua con el Señor a lo largo del día y de la vida. Nunca somos demasiado viejos para orar, demasiado jóvenes para orar, demasiado enfermos para orar, demasiado felices para orar o demasiado tristes para orar. Las Escrituras nos recuerdan que nuestras oraciones y nuestra capacidad para compartir la fe tendrán un impacto duradero por toda la eternidad. Jesús desea unirse a cada persona individual, así como a las comunidades y naciones. Se hizo hombre para sanar nuestra fragilidad y restaurar el Reino de Dios. Su deseo es sanar la fragilidad de los demás a través de nosotros.

Tus esfuerzos, por pequeños que sean, son significativos en el gran plan de Dios. Si todos trabajamos juntos para hacer nuestra parte, la tierra se encenderá con el amor de Cristo. Busquemos “reconstruir la Iglesia” ayudando a restaurar la verdadera fe en los demás, tal como lo hizo San Francisco.

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Emily Jaminet is a Catholic author, speaker, radio personality, wife, and mother of seven children. She earned a bachelor’s degree in mental health and human services from the Franciscan University of Steubenville.  She is the co-founder of www.inspirethefaith.com and the Executive Director of The Sacred Heart Enthronement Network www.WelcomeHisHeart.com. She has co-authored several Catholic books and her latest one, Secrets of the Sacred Heart: Claiming Jesus’ Twelve Promises in Your Life, came out in Oct. 2020. Emily serves on the board of the Columbus Catholic Women’s Conference, contributes to Relevant Radio and Catholic Mom.com.

Feature Image Credit: Jennifer R., unsplash.com/photos/man-gray-statuette-al_7OEzinBE

Author: turcia